Decadencia

             La dulzura del tenue rayo de sol que penetró entre las goteras del viejo tejado, le hizo despertar del hermoso y profundo sueño, ya nada era como él quería, ya todo volvía con la normalidad y el día.
Todo seguía como antes: la vieja casa con goteras, la endeble cama carcomida, sus harapos manchados de sangre, su rostro envejecido por el tiempo y su dura vida de vagabundo, que buscando entre la basura recuerda muchas veces, aquel hermoso sonido, el de la voz de su madre al despertarle con cariño cada mañana,  y recuerda también el no querer levantarse.
Por momentos se pierde en sus hondos recuerdos y sonríe al gato que, de entre la basura  rebuscando como él , había salido corriendo, por el áspero roce de su mano.
Pero eso son pocos segundos, y vuelve la realidad y pasa el día entre insultos, gritos y mucho más. Sufre la decadencia, el reflejo de su sociedad, lo echan de todos los lugares por los que pasa, y si por casualidad algo encuentra, después de tanto rebuscar entre los restos que a los demás les parecen insignificantes, lo apalean y se lo quitan, por pura diversión, unos chicos a los que nada les falta, porque es pobre, es viejo y no se merece ninguna compasión.

Y así pasa el hombre el día, y así uno tras otro lo dejan de lado, deseando que llegue la noche está, para que lo arrope con su aliento cálido y su débil lamento. Para que en la vieja casa, si esa noche no hay tormenta, duerma tumbado en la cama, olvidando el hambre pasada, su dolor y sufrimiento y dejándose perder entre hermosos sueños.

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