Despedida
Diminuta y minúscula, la veo,
con su cara redonda y su pelo.
Se sentía pequeña y por dentro,
vivía el dolor en silencio.
Dormida, como su mente,
hundida en su propia cama,
se creía clarividente
y acabó sin saber nada.
¡Qué insignificante se veía!,
¡qué impotente ante la vida!,
y sólo el trasluz hacía guía,
en la triste hoja amarilla...
En ella, había escrito:
“Te quiero, niñita mía”.
Antes, torcidos renglones
mientras él, se despedía.
¿Aquello era lo sucedido?,
¿tan difícil era su vida?,
Ella no tenía consuelo,
pues, poco a poco se iría.
Prefirió marchar deprisa,
despegar sin dejar huella,
aún faltándole algunas cosas,
se resistía a olvidarse de ella.
Las letras
borrosas
seguían hablando
y ella curiosa
seguía escuchando...